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No os voy a mentir… me escondo de la verdad y navego entre las sombras.

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Soy Jandro, hombre entrado ya en la madurez, que ha vivido libremente su adolescencia y juventud y ha rozado el precipición varias veces. Me defino con la frase «Vivir al límite».

No le tengo miedo absolutamente a nada, ni a la muerte, bueno sí, miento, temo una cosa profundamente. Le tengo miedo al aburrimiento.

Cada minuto de mi vida he estado dedicado a algo concreto y no he perdido ni un instante aburriéndome. Hago muchas cosas durante el día, cosas en la casa, cosas en el trabajo, cosas para la familia, también para y con los amigos. Siempre me encuentro ocupado y acompañado, es una suerte ser tan sociable como yo. ¿No os genero un poco de envidia?

Mi vida amorosa ha sido como subir a la montaña rusa. He estado con bailarinas, con modelos, con artistas, con filósofas. Y a todas me las he pasado por la piedra. Guardo en una libreta las impresiones, fotos que les hice y detalles del encuentro de cada una de ellas. ¡Ahora sí, eh! ¿Ya empieza la envidia?

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Cada chica me duraba un rato y cuando me aburría iba a cazar otra, que fuera completamente diferente a la anterior. He probado todas las posturas del Kamasutra y puedo aseguraros que conozco a las mujeres al dedillo.

Pero ahora mismo me encuentro sólo y todas esas chicas ya se fueron, bueno sí, tengo sus fotos y recuerdo sus reflexiones, pero no es lo mismo. La casa se me hace grande y, cuando termina el trabajo, el aburrimiento se apodera de mí y siento miedo.

Miedo de no estar acompañado.

Miedo de no aprovechar el tiempo.

Miedo de no estar ocupado.

Miedo de pensar…

Y cuando llega la noche y no consigo dormir, saco ese álbum de fotos de cuando era un niño. Voy mirando página a página ese álbum que me sé de memoria.

Y al llegar a la última foto, nunca puedo evitar llorar.

Es la foto de mi madre sujetándome en brazos en la playa unos días antes del trágico accidente que se la llevó.