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Película que incita a viajar, película que incita a vivir. Y cometer errores, porque no lo vamos a preveer todo. Donde el destino se ve borroso y son las complicaciones que te marcan el camino.
El protagonista de la película tenía una vida sencilla, con las complicaciones propias de la sencillez. Esa vida sencilla sin retos ni objetivos, le lleva al caos. ¿Preferís vivir una vida intensa o controlada? Eso nos pregunta esta película. Y no hay respuesta válida y errónea. ¿O sí la hay?
El protagonista de la película es escritor y, cuando esa es la profesión de un personaje, siempre me siento identificado. Porque envidio, en su justa medida, su vida desordenada, su vida llevada a su ritmo. Porque me gusta escribir y todo lo que ello conlleva.
El control lo controla todo, ¿porqué vamos a querer controlar nuestra vida? Quizás porque el error nos hace daño, quizás por creer saberlo todo, porque dejamos de buscar, nos olvidamos de nuestro motor, que sigue latiendo, por rutina, pero sin ilusión ni metas inalcanzables. ¿Así queréis vivir? Algún tiempo podréis vivir a ese ritmo lento, algún tiempo podréis seguir recordando quiénes soys, pero llegará un día que olvidaréis vuestra lucha. Y la ausencia de esos daños os llevarán al olvido, a vuestro olvido.
Y veréis una luz, una luz con mucho brillo. Y sólo la veréis vosotros. Seguidla sin dudarlo, no miréis atrás, no os preguntéis qué os lleva ni hacia dónde. Tan sólo caminad. Porque nada hay atrás y en la nada estabais. Así que algo será mejor que nada. Atreveros a coger vuestro barco y, si se hunde, que se hunda con vosotros dentro. Que fastidio sería perderse esa experiencia, que seguro será más divertida que quedarse contemplando el faro noche tras noche.
Si llegáis a un punto así, zarpad, como el protagonista.
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